Por Luis Pradilla Barrero, Marga Díaz Satué y Guillermo Pavón-Gray

Tres personajes de “El Pequeño Espectador”, en busca de autor, desembarcan en el teatro Montalvo de Cercedilla. El objetivo es David Julián Vigó, un hombre que, se rumorea, hace teatro con y para adolescentes, con y para la infancia…

Esa era la entrevista ortodoxa que veníamos a hacer, la que precisaba una publicación como la nuestra. Pero, seamos sinceros, hubo más. Mucho más.

¿En qué se parece un atleta a un director de teatro? ¿En qué se parece David Vélez a su alter-ego Julián Vigó? 

Nos abre la puerta con una sonrisa clara y honesta y eso que viene de pedir un crédito.

-“Nunca he dejado de pagar uno”-, nos  aclara, pero también –“Solo  se puede producir teatro con amigos dispuestos a apoyarte”.

Conversar con David (Julián) es subirse a un tren en marcha, entrevistar a un atleta mientras corre y escupe verdades. Porque, ante todo, es un atleta en el más amplio de los sentidos. Ha corrido tres campeonatos de cross nacionales y persigue sus sueños con la misma tenacidad.

-“Yo no le tengo miedo a la vida..” 

Su relación con el teatro empieza en un pueblo de Ciudad Real. Un chico de 15 años sirve cervezas a dos hombres, uno de los cuales se apuesta a su mujer con el otro. Un argumento que bien podría acabar en tragedia griega. 

David Julián es ese chico que les sirve y no pudiendo tolerar la violencia de ese acto vergonzoso, pide permiso a las autoridades para, en mitad de la Semana Santa, apagar las luces de todo el pueblo, coger antorchas y convertir la localidad entera en un escenario, enfrentando a todos con la verdad, el absurdo, la desnudez, los miedos y clichés, transformando el conflicto en arte.

-“Nunca llegué al teatro por estética, llegué al teatro por rabia”

A partir de ese día no dejará de escribir y dirigir teatro.

-“La adolescencia es el momento de fulgor artístico. Lo creo profundamente. Luego vivimos del residuo de la adolescencia. Creo que los verdaderos artistas son adolescentes.Todos”

Nos avisa de la potencia del café portugués que nos sirve. No bebe alcohol, ni ama viajar, por lo que imaginamos que el teatro es la vía de escape para su pasión, imaginación y talento y el Montalvo su horizonte espacial más preciado.

  • “Sé de verdad, porque cuando eres de verdad la gente te sigue” 

Así fue como consiguió su sueño loco, restaurar un antiguo cine en ruinas y convertirlo en un teatro con sus manos y las de un montón de mujeres que le siguieron.

“Este teatro lo han levantado mujeres”.

Aquí están las suyas también, Cecilia, su pareja, profesora de la escuela, actriz y dramaturga -el otro eje del proyecto- y Sarún, la hija de ambos, criada entre butacas y bambalinas.

Pese a ello David nos advierte de otra cosa.

“Yo voy a hablar como hablo… de vez en cuando digo tacos”.

El Montalvo, ha tenido un año duro, como todo establecimiento relacionado con las artes, pero ha logrado convertirse en menos de dos años en un espacio de creación abierto, un lugar de referencia donde suceden otras formas de hacer teatro y más cosas…porque en este teatro siempre están pasando cosas.

“Tú consigues que la gente vea, si tú ves. Si tú no quieres ver, nadie te va a ver”.

El teatro cuenta con una escuela de flamenco, escuela de teatro, escuela de audiovisuales. Sesiones de cine mudo con piano en directo. Teatro juvenil, infantil… y muy poco apoyo institucional para la joya que es. David anima a los habitantes de la gran ciudad  a conocer el espacio, que, damos fe, es mágico.

-“Me gustan mucho las cosas que yo invento, a las que soy incapaz de renunciar … es que al final yo …o vivo de lo mío … o nadie me aguantaría”.

A veces nos habla David Vélez, popular, manchego, hondo, franco, divertido, que sabe escuchar y escucharse. El que siempre intenta hacer cosas pequeñas… y luego llega Julián Vigó, su alter ego, enamorado de la belleza, de la amplitud, del volumen, del Renacimiento, del Barroco, que se puede inspirar en el interior de un tubo oxidado para una escenografía, imaginar una escena sobre la cúpula de una gota de agua o soltar 25 caballos con antorchas en un pequeño pueblo de la sierra de Madrid.

“De repente estamos perdiendo una de las cosas más básicas de las artes escénicas que es la composición, las líneas de fondo, la respiración entre los actores, entre las distintas luminosidades. Si no hay espacio no puede haber composición. Tú ves cualquier obra renacentista, ¡y hay volúmenes!, pero en espacios cada vez más pequeños, deja de haber volumen ¿no? Es como el espacio vital… que dices, ¡no me atores tanto! ¿Por qué el volumen se ha convertido en algo político? ¿Por qué nos adoctrina el sistema y nos reduce a espacios pequeños? Y es para que no puedas crear. Es como si tú le dices a Caravaggio que solo puede pintar un primer plano o a Velázquez … es que no existirían Las Meninas en una micropintura, en un microteatro. El microteatro cuando sea necesario, pero no por ley, no por moda.  El hecho escénico no es solo contar a través del verbo, eso es literatura. Hay que buscar el fulgor, la distancia, la proxemia”.

Por favor, pasen y vean el Montalvo, esta maravilla de teatro acogedor, amplio, hermoso, con propuestas escénicas muy sugerentes.  Por favor, conozcan a David Vélez/Julián Vigó, su alma.

Por Luis Pradilla Barrero, Marga Díaz Satué y Guillermo Pavón-Gray