Por Eva Llergo

“Solo los valientes tienen miedo…”

Es la rotunda frase que cierra el bellísimo espectáculo Canto do medo  que pudimos contemplar en el Espacio Abierto de La Quinta de los Molinos. Los responsables son la compañía La casa incierta, pionera en España en llevar a cabo propuestas para la primerísima infancia de manera sistemática desde 2003.

“… porque si no tienes miedo eres un inconsciente”, habría terminado mi madre.

Es normal que mi madre, todas las madres, se nos metan en la cabeza al contemplar este espectáculo. Ya lo decía Lorca en su Conferencia sobre las nanas españolas: la base de nuestras nanas está en el miedo, ese miedo compartido (o quien sabe si transferido) entre la madre y el hijo que intenta dormir. Algo que llevamos en la sangre desde que nacemos, entonces. Algo que hemos mamado.

canto do medo oscuro

Canto do medo comienza precisamente con la madre que canta para que el niño duerma. En el tránsito al sueño ella misma se precipita al campo de lo subconsciente aflorando y demostrando sus miedos como madre. Pero, ¿acaso son muy distinto a los miedos de los hijos?

canto do medo imagen

Esta aparente paradoja se transmuta en el ámbito escénico con una deliciosa ruptura de los medios físicos y espaciotemporales, porque… ¿dónde termina la madre que canta y dónde empieza el niño que duerme?, ¿quién de ellos nos canta/cuenta sus miedos?, ¿es la madre transmutada en niño o la misma niña que ella fue un día? La verdad es que nada de esto importa. Aunque está bien que el espectador se haga estas preguntas para llegar a unas esclarecedoras conclusiones que sutilmente calan en el espectáculo: ¿acaso no nos unen a todos los mismos terrores en esencia?, y, ¿acaso no nos sirven los mismos métodos para desvanecerlos? Para empezar, cantar (y me resuena mi madre de nuevo en la cabeza cuando sonorizo el popular refrán “Quien canta…”). Algo que Clarice Cardell, la musa de este espectáculo, hace maravillosamente, con una voz rota y cercana que se te cuela en el alma y te calienta el corazón. Para seguir, llevar las sombras a la luz. Al servicio de esta idea está la escenografía; minimalista pero tremendamente efectiva. Un enorme vestido azul que a ratos ampara y protege a la protagonista y a ratos la persigue y agobia. Y detrás unas sombras pesadillescas proyectadas que encarnan esos miedos (más temibles por oscuros): las arañas, las serpientes, el lobo; la soledad, el paso del tiempo, la angustia. Y a su lado, papá… Ese extraño señor que pone la banda sonora a los miedos con exóticos instrumentos que igual pueden sonar como la espuma o una caricia o como el chirriar de dientes o el de unas uñas raspando una pizarra. Papá… que viste pijama y pies de monstruo y nos recuerda que ha llegado la hora de ir a dormir… y enfrentarnos a nuestros miedos.  Papá, que, cuando acaba la noche y solos hemos conseguido vencer al monstruo, nos revela la verdad enseñándonos a la luz del día la consistencia de nuestros miedos.

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Todo el miedo aparece naturalizado, con su punto cómico (el miedo siempre resulta cómico visto desde fuera), y eso hace que los espectadores (pequeño y grandes) nos sintamos hermanados. Sí, todos tenemos miedo alguna vez. Sí, todos somos capaces de vencerlo.

Y, ¡qué hermosa danza y canción  nos regala Clarice como colofón! Una danza que parece casi un ritual atávico, un rito de paso que marca el tránsito del invierno a la primavera, de las sombras a la luz, del miedo a la valentía… Y es que… ¡solo los valientes tienen miedo!

Por Eva Llergo

DATOS TÉCNICOS

Dramaturgia e interpretación: Clarice Cardell
Percusión y banda sonora: Lupa Marques
Producción musical: Jota Dale
Iluminación: Marcelo Linhos
Vestuario: Val Barreto
Técnica: Herbert Lins
Fotografía y vídeo: Juliana Caribé
Dirección: Sandra de Vargas
Una creación de La Casa Incierta

Duración: 40 minutos

De 0 a 6 años