Por Eva Llergo y Tristán Ceballos

Tristán (11 años) y yo nos acercamos a ver Kiti Kraft de Bambalina-Teatre Practicable en la sala de la Cuarta Pared. Nos sentamos en el patio de butacas con un par de coles que se han acercado también a verla. «A mí en toda Primaria solo me han sacado una vez al teatro», recuerda Tristán. «Pues ya son dos», le respondo yo, «porque hoy estás aquí en vez de en el cole» (su clase de 6º está haciendo el examen externo de las Evaluaciones Censales de Competencias y Conocimientos adquiridos -ECCA- y él conmigo en el teatro haciendo «objeción de conciencia»). Es un día importante para Tristán. Desempeña también su primer trabajo. Viene al teatro con invitación porque además de pequeño espectador será pequeño crítico.

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Y, ¡menudo estreno! La obra de la compañía valenciana Bambalina-Teatre Praticable viene abalada por haber conseguido el premio Max al mejor espectáculo infantil 2018. Enseguida descubrimos por qué… Un comienzo fresco en el que los actores entran «por casualidad» en el escenario y son sorprendidos por el público que ya está sentado en las butacas. No saben muy bien qué hacer y su desconcierto se convierte en un segundo en una sinfonía de chasquidos, carraspeos, onomatopeyas, perfectamente coordinadas, creando un ritmo, un pulso imparable, que va a ser el leiv motiv de la obra. Una obra sin apenas palabras: solo música y sonidos para contar el nacimiento, aventuras y muerte de nuestro protagonista, Kiti Kraft. De vez en cuando los hábiles titiriteros entremeten alguna palabra que sí entendemos generando efectos muy cómicos. Pero todo lo demás, como decimos es puro paralenguaje, música o jitanjáforas (idiomas inventados). Pero, como nos recuerda nuestro pequeño crítico, «no importa en absoluto porque la historia de Kiti se entiende perfectamente». Y es precisamente esta marioneta que cobra vida ante nuestros ojos lo que más le gusta a Tristán de toda la obra. Como nace y llora desmesuradamente ganándose las risas de todos los pequeños espectadores; como sufre sus primeros sinsabores «en el patio del colegio» -nos dice Tristán contextualizando la escena a través de sus propias experiencias- «cuando su profesor le acusa injustamente de haberle quitado los tomates a un compañero y acaba teniendo que darle un beso al matón»; como se enamora y fracasa, como se pone triste, como se recuperar, hace amigos, se enamora de nuevo, se hace padre, envejece y, claro está, muere.

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En toda esta trayectoria le acompañan los titiriteros con sus magnificas voces musicales  y su empatía ante las aventuras y desventuras del protagonista, derrochando sensibilidad en el manejo de las marionetas sin perder un ápice de presencia escénica.

Las aventuras de Kiti son deliciosas, reales como la vida misma por mucho que nos las cuenten llenas de poesía. Las más de las veces entrañan el lado cómico de la vida pero sin tener miedo a mostrar también sus sinsabores. Y esto implica como decimos, el inevitable final aunque transmitido con naturalidad, sosiego y poesía. Los episodios vitales narrados son la mayoría de veces transparentes, permitiendo que el pequeño espectador, como Tristán, se reconozca en ellos, se congracie con la historia y pueda reconstruir con su propia experiencia lo que no se cuenta. Aunque a veces, como nos recuerda Tristán, hay símbolos más difíciles de  desentrañar. A él se le escapó el significado del árbol de los libros… debatimos sobre todas sus posibilidades al salir del teatro y le gusta darse cuenta de que no hay solo una respuesta.

A nivel escenográfico la obra es igualmente una maravilla: tres coloridas mesas con ruedas y un enorme redondel cubierto con papeles de colores se reinventan a cada instante en diferentes funciones para crear el universo de Kiti; todo un elogio a la imaginación que se amplia con las numerosas marionetas que pueblan el escenario y que nos mantienen intacta la atención durante todo el espectáculo, sorpresa tras sorpresa.

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Su sentencia es rotunda: lo que más le ha gustado es Kiti como personaje. Y la primera vez que se transforma (de pequeña marioneta a grande) y se zambulle en el agua porque está sediento. Y así concluye, sincero y contundente: «Se me ha hecho un poco larga porque es larga, no porque no me haya gustado». ¡Y cómo no va a ser larga!, le digo yo, ¡si es toda una vida la que nos han contado!

Por Eva Llergo y Tristán Ceballos

DATOS TÉCNICOS

Vista en la Sala Cuarta Pared el 29 de abril

55 minutos

A partir de 7 años

Equipo artístico

Composición musical: Oscar Jareño

Autor y dirección: Jaume Policarpo

Intérpretes:  Josep Pérez, Arantzazu Pastor, Juanma Picazo.

Diseño iluminación: Victor Antón

Diseño de títeres y escenografía: Jaume Policarpo

Construcción mesas  escenografía: Juan Meliá

 

Construcción de títeres: Miguel Ángel Camacho

Construcción estructura metálica:  Manuel Palanca

Diseño gráfico: Jaume Marco

Fotografía: Vicente A. Jiménez

Vídeo: Albert Staromiejski

Producción: Ruth Atienza

Distribució : Marisol Limiñana