Por Eva Llergo

El premiadísimo Fernando Lalana, el dramaturgo detrás de Se suspende la función, define a su criatura como «una gamberrada teatral». Y no nos extraña nada el adjetivo elegido porque Se suspende la función es ante todo una criatura de teatro en su estado más puro de desinhibición. Un guiño metateatral  enroscado sobre sí mismo con tirabuzón y vuelta y media, cuya meta principal es congraciarnos con el arte dramático a golpe de pura risa. Y esto es bastante oxigenante en un mundo en que mucha de la literatura destinada a los niños trata de convencerles (y convencernos) a punta de pistola del valor de algún valor… valga la redundancia. 

Y no nos entiendan mal aquellos que buscan siempre valores ajenos a lo puramente literario en la literatura. No es que Se suspende la función no los contenga. La tenacidad, el compañerismo, la imaginación, podrían ser algunos de los más subrayables. Es, más bien, que todas estas etiquetas se tamizan en la obra de manera secundaria y en cierto modo se le queda un tanto pequeñas. Porque la bueno es que la obra tiene otra sana pretensión principal: hacernos reír y disfrutar. ¡Y eso es tan importante para fraguar una próspera relación entre la literatura y los niños! Una relación que cuaje más allá de nuestro influjo como padres o profesores…

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En cuanto a los responsables del montaje, A Flote Teatro a quienes ya disfrutamos con su versión de El árbol de Julia de Luis Matilla, han sabido traducir con un lenguaje teatral ágil, fresco y, por supuesto, gamberro, las palabras de Lalana. Un montaje que, como el texto, se ríe sanamente del mundo «de los mayores» y poniéndose a la altura de sus espectadores, coloca a los actores-adultos en situaciones hilarantes: la princesita Mari Carmen montando en la mini-bicicleta, el mago Merlín con el fuet-varita o la prohibición por parte del rey de los acantilados, fueron algunos de los momentos preferidos de mis pequeños espectadores.

Por otro lado, no hemos podido hincarle el diente aún al texto original, pero se agradece lo mucho de su cosecha que la compañía ha puesto en él: tanto las actualizaciones como ciertos acentos personalísimos que evidencian hasta qué punto lo han trabajado para hacerlo suyo y acercarlo así aún más al público. Ese público que no debíamos estar allí porque, sí, la función debía suspenderse a causa de ciertos dislates con el calendario por parte del director y unos actores enfermos y desaparecidos.

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Puede que esta lección de «teatro dentro del teatro» sea la primera a la que han asistido mis pequeños espectadores. Y lo han hecho encantados al ver también cómo la compañía incorporaba, veloz como el rayo, cualquiera de sus reacciones y/o comentarios ante las situaciones provocadas por la paradójica situación de que «no hubiera obra pero hubiera obra». Mención aparte merece María Simón, que encarnando a Sánchez, ha llenado la escena incluso cuando no había nadie más en la escena. Todo muy paradójico, tautológico, o como quieran llamarlo, pero tremendamente divertido y, ¡claro que sí!, gamberro. Bravo por A Flote Teatro por hacernos disfrutar así… incluso con una «no-representación».

Por Eva Llergo

 

DATOS TÉCNICOS

Se suspende la función, de Fenando Lalana por A Flote Teatro

Teatros Luchana

C/ Calle de Luchana, 38

Domingos a las 16:45

Duración: 60 min
Edad: a partir de 4 años