Por Alejandra Gil

La aventura de la marioneta de Collodi siempre nos mantiene en danza: nos sobresalta con sus idas y venidas en su desparpajo indómito, nos inquieta con las tentaciones que le pierden por los caminos, nos encoge el corazón con los castigos que penden, tantas veces, sobre su cabeza. Pero, sobre todo, nos conmueve porque es el niño impetuoso que siempre se salva porque tiene dos ángeles guardianes que le protegen: el amoroso Gepetto y el hada azul, que son un trasunto de los padres bienhechores. El espectáculo de Ananda Dansa convierte este danzar de Pinocho en un ballet de estilizada puesta en escena, sintético en el mensaje que quiere transmitir y despojado de toda parafernalia circense, incluso de la nariz icónica, para ofrecer al espectador –grande y pequeño– una joyita de ritmo delicado y  palpitante, como los corazones de los protagonistas del cuento.

Nos ha encantado la obra: hemos asistido una tarde de domingo, en una sala donde había muchos niños; y se han mantenido absortos en las cadencias y los pasos de la danza, atrapados por las luces, la magia del telar rojo o azul que transforma los espacios, los personajes que descienden, el círculo gigante donde Pinocho se mira y se multiplica en la búsqueda desesperada de Gepetto. Porque lo que Ananda Dansa propone en su lectura, tan elegante, de Pinocho es una reflexión sobre el amor entre padres e hijos y el difícil equilibrio de su educación. Pero también, como en el relato de Collodi, sobre la necesidad de los ritos iniciáticos con los que maduramos y de los que no pueden sustraernos los prevenidos padres, aunque su manto de ternura nunca deje de envolvernos: hemos de superar sus pruebas y sus tentaciones solos.

Y así lo pensaba mientras contemplaba la función a través de los ojos de mi hija, la pequeña espectadora. Para ella estar en un teatro también es una prueba, si no nueva, casi, porque es la tercera vez que asiste a un espectáculo. Una experiencia que, pienso ahora, es a la vez lúdica y educativa. Todo se educa: la mirada que se sorprende con lo que acontece en el escenario aunque no lo entienda; el oído que percibe la música y la acompasa con su dedito; el lugar estrecho entre butacas y la oscuridad de la sala, a los que también hay que acostumbrarse.

pinocho 2

En esta original versión de Pinocho han confluido emociones que quizá estaban dispersas dentro de mí, y que se ordenan al concurrir en el espacio de la escena tiempos diferentes:  el de mi infancia y sus desafíos (¿quién no ha sido Pinocho?), el de mi hija que crece y empieza a expresarse. La educación que he recibido y la que es mi responsabilidad ahora. La seguridad y la incertidumbre, el haz y el envés de esa hoja en la que se despliega la vida. Y agradezco esta lectura hecha movimiento.

pinocho 3

***   ***   ***

La compañía valenciana Ananda Dansa es Premio Nacional de Danza (2006). Ha adaptado otras obras clásicas de la literatura infantil, como Alicia y Peter Pan. Su Pinoxxio ha recibido siete Premios Max, entre ellos para la bailarina que encarna con encanto especial Ana Luján. La música es de  Pep Llopis.  

Por Alejandra Gil

DATOS TÉCNICOS

  www.anandadansa.com

Dirección coreográfica y puesta en escena: Rosángeles Valls y Edison Valls

Director musical: José Luis Bueno Cardeñosa

Música original: Pep Llopis, interpretada en directo por la Orquesta Sinfónica VERUM

Intérpretes:

Ana Luján (primera bailarina del Rambert Ballet y artista invitada del Phoenix Dance), Toni Aparisi (Premio Max al mejor intérprete masculino de danza), Paloma Calderón, Ester Garijo, Miguel Machado, Sara Canet y Cristina Maestre.

Duración del espectáculo: una hora aproximadamente.

Recomendado por la compañía a partir de 7 años