Por Coral Gil

“¿De nuevo por aquí?”

Qué frase tan sencilla, pero que reconfortante y significativo que el personal de un teatro te reconozca como un “habitual”. Pero sí,  cómo no vamos a ser habituales de un ciclo como Rompiendo el cascarón que se ha convertido en referente del teatro de calidad para los más pequeños de la casa. Cómo dejar de ir, si cada propuesta nos ha sorprendido, emocionado, divertido, y aumentado el tamaño de ese gusanillo del escenario. Cómo dejar de estar enganchados a esa sesión de gestos y comentarios de tu pequeña/o espectador al descubrir la magia del teatro en cada función.

Habrá quien crea que concebir y desarrollar teatro para un público que no sobrepasa el metro de altura es facilísimo y que con poner colorinchis por doquier, un poco de música y hacer tres piruetas, trabajo hecho. Habrá quien crea que, al contrario, es algo que no tiene mucho sentido porque total, los pequeñitos de poco se van a enterar (sí, por desgracia, me he encontrado algún ejemplar). Habrá otros que ni siquiera sepan de la existencia de este género. Desde aquí nos proponemos convencer o, mejor dicho, desconvencer de cualquiera de las tres posturas a quien esté dispuesto y abierto a conocer que el teatro para la primera infancia existe, que tiene sus fundamentos, su razón de ser, su complejidad y sobre todo, que hay compañías que se lo toman muy en serio y realizan pequeñas maravillas que son dignas y merecedoras de ser reconocidas, aclamadas y por encima de todo, disfrutadas.

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Y esto es exactamente lo que hemos hecho con ¡Qué brisa, la risa! Una obra sencilla en su expresión y puesta en escena, pero rica en su trasfondo y maravillosa en su concepción. Sobre el escenario una sola actriz y apenas cuatro elementos, sirven para hablarnos de algo muy importante: la inigualable experiencia del aprendizaje a través del descubrimiento. Así, en un alarde de dramaturgia llana, clara y concisa, se nos devuelve algo que no recordamos ya cómo ni dónde perdimos: me refiero a esa extraordinaria habilidad que nos permitía focalizarnos y concentrarnos en una sola cosa, disfrutarla, darle vueltas, experimentarla con todos los sentidos y exprimirle todo su contenido hasta haber aprendido todo lo que necesitábamos saber de ella.

Desde el escenario, sencillamente, no se puede hacer más con menos. Llamar la atención de los pequeños espectadores y conseguir mantenerla, además de provocar su curiosidad y asombro es, desde luego, una proeza de la que solo se es capaz cuando hay una buena ejecución, una buena dirección, y un buen hacer a mitad de camino entre la docencia y el arte.

Se establece una analogía obvia entre las experiencias de aprendizaje que la protagonista comparte con nosotros y la forma de aprender que aun conservan los diminutos pero sabios integrantes del público al que se dirige, lo cual hace que seguramente se identifiquen con aquello que están observando en el escenario. Ese  es el gran logro de esta propuesta, ponerse en la piel e intentar traducir lo que la mente de un pequeño espectador puede encontrar valioso, auténtico y trascendental. Eso solo puede ser fruto de una larga, continua y profunda observación del modo de hacer infantil, “fruto de una larga trayectoria de investigación”, tal y como nos comentaba al final de la función la directora Laura Szwarc.

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Ha sido un placer ver el viaje de la protagonista a lo largo de una jornada de fascinantes descubrimientos a través de los sentidos que le llevan a descubrir desde lo más cercano, que no es otra cosa que su propio cuerpo y las posibilidades que este le ofrece, hasta lo más ajeno y anecdótico, pero capaz de despertar su curiosidad y su imaginación. Todo perfectamente analizado y explicado y sin emplear una sola palabra. ¿Aun hay alguien que siga pensando que es tarea fácil desarrollar este género? Pues le garantizo que se necesita algo más que una actriz con mucho amor por el teatro y experiencia, se necesita mucho pero que mucho arte, porque los pequeños espectadores allí congregados, entre los que se encontraba mi pequeña de 3 años, no tienen prejuicios, ni vergüenza, ni pelos en la lengua, ni saben de diplomacia, ni falta que les hace. Si no les gusta, pues no les gusta. Y francamente, creo que “Bichita” les cautivó.

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Una vez fuimos así. Yo recuerdo haber sido una bichita como la protagonista de esta obra, y seguro que muchas y muchos de los que leéis esto también, pero claro, eso fue en un pasado remoto, en el que no había una inmensidad de estímulos electrónicos entre los que elegir, ni teníamos los días estructurados lectivamente de principio a fin, ni teníamos que huir del barro porque mancha, de los charcos porque mojan o de los bichos porque pican. La sobreprotección no nos cortaba las alas y eso nos convertía en exploradores, científicos apasionados y, en definitiva, bichitos curiosos. Desde aquí reivindico el derecho a seguir siéndolo y a seguir promocionándolo entre nuestros pequeños.

Por Coral Gil

DATOS TÉCNICOS

Título: “¡Qué brisa, la risa!”

Género: Danza-Teatro

Compañía: Akántaros y María Escobar

Dirección y dramaturgia: Laura Szwarc

Intérprete: María Escobar/María Toledo

Edad Recomendada: de 6 meses a 3 años

Duración: 40 minutos

Fechas: Del 20/05/2017 al 28/05/2017

Horario: 20, 21, 27 y 28 de mayo
Funciones: 11 y 12.30 horas

X ROMPIENDO EL CASCARON – Ciclo de Teatro para bebés

Del 18/03/2017 al 11/06/2017

HORARIO: Varios horarios: Consultar programación

LUGAR: Teatro Fernán Gómez – Sala Jardiel Poncela